viernes, 16 de abril de 2010

Una historia antigua

Hace mucho tiempo, tanto que todos han olvidado cuando fue vivió en una Hacienda llamada Cienega, una familia integrada por una pareja, María y Viviano Gordoa, junto a sus hijos Gerónimo, Clemente y Paula. Ellos Vivian en la opulencia, situación heredada de generación en generación, por lo que nadir tenia oportunidad de acceder a la escala social en la que se encontraban.
Los días pasaban tranquilos en las actividades cotidianas del campo, los hacendados manejaban con mano dura a los pobres peones que, por no tener otro medio de subsistencia debían soportar las horas extenuantes de trabajo. Diariamente despertaban antes de salir el sol, comenzaban entonces a trabajar la tierra o, si era tiempo de cosecha transportarla al granero y no llegaba su hora de descanso sino hasta mucho después de ocultado el sol. Lamentablemente a la hora de recompensar su esfuerzo la situación no era mejor pues la paga no era generosa, sino miserable y en especie.
Por el contrario los ricos propietarios vivían en la opulencia, se limitaban a supervisar que el trabajo fuera constante y arduo, viendo con desprecio el sufrimiento de sus subordinados. Los consideraban culpables de algo que no habían elegido, pues desde el momento de su nacimiento estaba marcado su futuro, ricos y pobres marcados de antemano por el destino.
La vida apacible del campo les sentaba bien a los descendientes varones orgullosos de seguir los pasos de su padre mandando como habían aprendido. Sin embargo la hija menor tenía otros planes. En lugar de casarse con un hijo de hacendado como sus padres tenían planeado, deseaba marcharse a un lugar donde nadie le dijera que pensar, hacer o decir; pues la asfixiaba la excesiva rigurosidad de las reglas implantadas por su padre que sólo se aplicaban a ella y a su pobre madre.
Paula recordaba todavía con increíble nitidez cuando era pequeña y su madre solía llevarla a pasear por las tierras de la familia en una carreta jalada por un hermoso caballo blanco, su favorito. Decidió que sería en esa carreta, en la cual había soñado por primera vez salir del ambiente asfixiante en el que se encontraba. Se dio la oportunidad de huir un día que su padre tuvo que salir de la hacienda con sus hermanos, salió a hurtadillas de su habitación y con gran esfuerzo logró salir de la casa sin ser vista.
Pero antes de darse cuenta se encontraba ante su padre quien la observaba con desprecio, la llevó a su habitación de la que no volvió a salir hasta el día de su boda. Así no le quedó más remedio a Paula que aceptar la cruda realidad que se levantaba inclemente ante ella y siempre invadía una profunda congoja su corazón cuando, al asomarse a la ventana y ver la carreta tejedora de sus sueños.
Realizado por: Maricela Trujillo Lujan

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