miércoles, 21 de abril de 2010

EL COFRE MÁGICO.


Un día de lluvia y yo enferma no pude salir a jugar. Tuve que conformarme con jugar sola y triste con mis muñecas, pero estaba tan aburrida que ni éstas me pudieron consolar.
Decidí ver la tele, y cuando la prendí recibí un gran susto. Por culpa de la lluvia los colores de la tele se habían ido, no se veía nada, solo rayas grises y un ruido tan molesto que tuve que apagarla.
Entonces, fui al cuarto de mi abuelita. Ésta estaba dormida y no quise despertarla. Siempre solía entrar a su cuarto porque me gustaba ver las cosas viejas que con tanto amor conservaba. Pero, en el rincón de su cuarto, por primera vez observé que se encontraba un cofre. Era un cobre de madera, viejo y con una cerradura extraña. Empecé a recordar todos los objetos que ya había visto y recordé que mi abuelita tenía una llave muy parecida a la cerradura del cobre. Pronto corrí a buscarla a ese obscuro cajón y cuando la encontré me fui corriendo a abrir el cofre.
La verdad me daba miedo abrirlo, pues no sabía que podía encontrar ahí. Empecé a hacer una lista en mi mente de que podía contener; tal vez un anillo, dinero, juguetes o quizás aquellas cartas de amor de las que mi abuela siempre me habló. Después de tantos rodeos abrí el cofre… y ¡oh! ¡Sorpresa!... había muchas fotos de personas que nunca había visto en mi foto, eran fotos viejas, sin color y con un olor tan extraño que me hacía estornudar.
Con tanto estornudo, mi abuelita despertó. Me miró y preguntó que qué estaba haciendo. Yo solo la miré y le sonríe, y evadiendo su pregunta solo le dije ¡pero qué bonitas fotos tienes abuela!... ¿Quiénes son estas personas? ¿Porqué las fotos parecen más pinturas que una fotografía?...
Mi abuela con sus ojos llorosos contestó todas mis preguntas. Primero me dijo que en esas fotos se encontraban familiares de ella, sus papás y hasta sus abuelos. Yo le dije que se parecía muchos a ellos, pero aun así con sus arrugas era aun muy bella como lo fue de joven. Seguimos platicando pero yo seguía sin entender cómo sacaban las fotos antes, yo pensaba que había alguien que dibujaba a las personas pero después me di cuenta que sería muy tardado y aburrido estar sentado tanto tiempo para dibujar a toda a una familia entera y que ésta se cansaría de estar siempre en la misma posición. Entonces mi abuelita con una gran sonrisa me dijo: “No hija, al igual que ahora las fotos se tomaban con una cámara”. Tal cámara tenía patas, y solía estar a la altura del fotógrafo. Éste tenía que pasar horas dejando remojar el papel para que al fin salieran estas fotos. El flash de nuestras cámaras era un foco que brillaba de una manera tan fuerte y que tenía un ruido tan gracioso que no podías evitar reírte, por eso todos salimos sonriendo en las fotos”.
Al ver mi inquietud, mi abuela decidió mostrarme una cámara antigua. Eran bastante feas y muy poco cómodas para cargarlas, pero era tanta mi emoción que pase toda la tarde de lluvia junto con mi abuela y oyendo esas historias tan interesantes sobre este rudimentario objeto.


Por: Adriana Iveth Núñez Contreras.

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