miércoles, 14 de abril de 2010

El “molca” de Don Pancho y Doña Chuy Zapata

En pueblo muy lejano a los orillas de Zacatecas vivía la familia Zapata, la cual era algo extensa y humilde a la que poco le alcanza el dinero para cubrir sus necesidades básicas.
Don pancho, quien era el sustento de la familia, se dedicaba a la agricultura pero el mal tiempo, en el que la lluvia no se asomaba por aquel lugar, poco contribuía en la producción de alimentos, pues lo único que se cosechaba en cantidades muy pequeñas era frijol, chile y jitomate, ayudando en lo más mínimo a que la familia sacará dinero extra al venderlos en los mercados cercanos. Era un tiempo muy difícil en el que la familia de Don Pancho no veía una solución a sus problemas.
A pesar de ello, la familia Zapata todos los días se levantaban a tempranas horas antes de que el sol saliera, su casa era pequeña, hecha de adobe en la que se respiraba un olor fresco a tierra húmeda. Y como era de costumbre Doña Chuy, la madre de familia, preparaba un desayuno que para muchos parecería pobre y carente de sabor, ya que sólo utilizaba los productos que Don Pancho y sus hijos mayores obtenían de las tierras, en el que para cocinarlo utilizaba un fogón, un comal y un molcajete al que la familia llamaba de cariño el “molca” porque fue el único regalo que recibió el matrimonio cuando unió sus vidas.
Era lo más significativo que tenía la familia Zapata, pues había pasado de generación en generación, de padres a hijos en la familia de Doña Chuy.
En el “molca”, Doña Chuy molía y molía con “la bola” los chiles y jitomates previamente tostados en el fogón, de los que resultaba unas picosas pero riquísimas salsas, que acompañadas con los frijoles y las tortillas hechas a mano, representaban un manjar para aquella familia.
Y así pasó el tiempo, y la familia Zapata se esforzaba día a día, algunos de sus integrantes lograron terminar sus estudios. Don Pancho y Doña Chuy se sentían muy orgullosos de lo que habían logrado con sus hijos, quienes agradecidos con sus padres les ofrecieron una mejor forma de vida.
Uno a uno sus hijos se fueron casando, hasta que llegó el gran momento. Una de sus hijas, la más dedicada en las labores del hogar, recibió lo que era de costumbre en la familia, el auténtico “molca”, la hija lo recibió con mucho orgullo y cariño, pero las condiciones de vida a las que se enfrentó la fueron orillando hacer uso de los artefactos a los que ella tenía acceso por el nivel económico en el que se encontraba, así que poco a poco fue dejando de utilizar el “molca”. Sin embargo, en ocasiones hace uso de él para preparar las ricas salsas que comía en compañía de sus padres, Don Pacho y Doña Chuy.


Por: Julieta Hernández Tovar

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