miércoles, 14 de abril de 2010

El Arado de Lorenzo

A Lorenzo Ariza lo vieron esa mañana fría de Marzo muy ocupado en el trabajo de campo. Su mujer, Fermina Sanchez, lo había sentido levantarse esa madrugada varias horas más temprano que de costumbre, por lo que decidió no prepararle la taza de café negro que diariamente desde temprano y sin falta se tomaba Lorenzo.

Dormitaba aun Fermina Sanchez cuando escuchó cerrar la puerta trasera de la casa con un marcado golpe propio de los hombres que se van a trabajar con el hambre en el estómago. Sin más que dormir, se levantó de mala gana a ocuparse en lo que se ocupa toda mujer de campo.

Pero Lorenzo Ariza tenía una muy buena razón para salir temprano de casa ese día, el tiempo avisaba que pronto llegaría el momento de sembrar y para ello primero tendría que preparar la tierra, ararla. Arar la tierra era para Lorenzo como cuidar de un hijo que después se convertiría en arquitecto, maestro o médico, profesiones todas que siempre quizo para sí Lorenzo pero que no pudo, por las malas echuras de la vida, hacer realidad.

Su profesión era ahora darle vida a pedazos de polvo que muchos ingenuamente miraban con desprecio sin comprender que gracias a ellos, a la tierra, podían disfrutar de tantas delicias gastronómicas.

Esa mañana entonces Lorenzo Ariza creaba arte pincelando a la tierra con el arado...

Por Juan Antonio Beltrán Carrillo

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