miércoles, 21 de abril de 2010

Sigue la luz

La lluvia azotaba las láminas del techo y el fuerte viento había hecho que se perdiera la luz eléctrica, la oscuridad pesaba en los ojos, - no te muevas, voy por ti- se escuchó una voz en la oscuridad para tranquilizar los ahogados gritos de aquella pequeña niña.
Entonces sus pupilas se dilataron y una luz llegó a ella, iluminando su pálido rostro y haciendo brillar sus mejillas cubiertas de agua con sal, las manos arrugadas de su abuela sostenían un extraño artefacto que atrapaba una pequeña llama en su interior, un cristal protegía el fuego y un frasquito con un líquido parecía alimentarlo, -camina abuelita ya te puedo ver- se alegró la voz de la pequeña.
Cuán orgullosa se sintió aquella pequeña cosa creada por hombre que lloró lagrimas de petróleo y agrando su luz. Jamás había sentido tanta dicha, recordó aquella mañana de primavera, que se encontraba en un bonito aparador de la ciudad de New York donde le había abandonado su creador, todas las de su clase estaban a la moda, no podía faltar en ningún hogar, incluso se sentía más importante que aquel proyecto del que tanto hablaba el dueño de la tienda, un puente colgante que sería el más grande del mundo, que tontería, pensaba la lámpara.
Al día siguiente, un tal Bartolomé Mitre la compró, sin duda era un tipo inteligente e importante, vestía elegante y si alguien se dio cuenta de las largas horas que pasaba pensado era la pequeña lámpara quién inundó con su luz varios de los textos que el señor escribía, hasta que un día se deshizo de ella, la lámpara se decía entonces que había sido por error, un artefacto tan valioso no podía estar tirado. Ahora comprendía que se necesitaba algo más que estar de moda para tener un valor… pero en aquel tiempo era tan testaruda, que solo pensaba en la oportunidad de estar con gente importante y famosa, y su sueño se cumplió, un par de estafadores la recogieron, le dieron una limpiadita y la pusieron a la venta como la gran lámpara de Napoleón.
Entonces cambió de dueños varias veces que ofrecían mayores sumas por ella, hasta llegar con un sujeto francés no muy agradable, solía gritar pestes de Prusia, lo unció que recuerda la lámpara es que todo acabo en guerra y ella en algún lugar sombrío, ahí pasó mucho tiempo hasta que volvió a los tianguis, algunas personas se reían de ella, le decían “vieja estamos en pleno siglo XX”, pero entre tanta gente una señora la levantó y pagó por ella una cantidad qué hizo a la lámpara extrañar a los estafadores, pero bueno ahora tenía un hogar.
Era tan feliz, en ese lugar no había luz eléctrica, a la hora de la cena todos se sentaban a su alrededor, le miraban con admiración, se volvió el mejor amigo del hijo de la señora pues le ayudaba a sembrar cartas de amor, hasta que estas florecieron y dieron como resultado una hermosa familia.
Pensó que todo terminaría al morir su mejor amigo, que volverían a abandonarle, pero no, ahí la colocó en un lugar especial aquella mujer a quién su amigo había amado tanto, compartieron el luto y sus penas se hicieron menos.
Claro que ver el rostro de la pequeña niña era el momento más feliz de su vida, por que en sus ojos pudo ver que había dejado de ser un simple objeto para convertirse en toda una reliquia.
De: Cinthya Nava García

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